La caminata de seis minutos fue concebida como una prueba que, aunque no conlleva un esfuerzo grande para el paciente, puede cuantificar de manera bastante precisa la capacidad de tolerancia a la actividad física y sus variaciones en relación con las intervenciones terapéuticas realizadas y respecto a la propia evolución de la enfermedad.
Una ventaja logística de la prueba es que no requiere equipos costosos, el espacio físico que se necesita es fácil de adecuar, el personal que la lleva a cabo precisa entrenamiento básico, y su interpretación es sencilla y se obtienen resultados muy confiables. Todo lo anterior, sumado a que puede repetirse con facilidad y es económica, la convierten en una prueba altamente recomendable para la evaluación y el seguimiento de pacientes pediátricos con patología cardiovascular, ya que es posible practicarla desde edades tempranas, con colaboración mínima por parte del niño evaluado.
En cuanto a la hipertensión pulmonar en la edad pediátrica, es imprescindible medir de manera objetiva, sencilla y confiable la evolución del paciente, dadas las pocas opciones posibles en lo que concierne a las peculiaridades fisiológicas de los niños. De ahí que esta prueba puede constituir un punto de apoyo importante para la toma de decisiones y la evaluación del impacto de las intervenciones terapéuticas, tanto en el estado general como en la salud cardiovascular del paciente.